Madurar no tiene un calendario fijo, cada quien lo vive de forma distinta y en su propio ritmo. Para algunos, puede suceder después de superar un reto, como hacerse responsable de uno mismo o enfrentar una pérdida. Para otros, puede que la madurez llegue poco a poco, casi sin darnos cuenta, como cuando te percibes de que ya no te afectan las mismas cosas que antes. Lo importante es que madurar no es una meta, es un proceso continuo que va cambiando a lo largo de la vida.
Madurar no significa perder la alegría. Madurar puede representar nuevas formas de disfrutar la vida. Tal vez ya no te emocionen las mismas cosas que cuando eras más joven, pero eso no quiere decir que no encuentres alegría en otras experiencias. La madurez te da una nueva perspectiva para valorar lo que tienes, apreciar los momentos de calma, y disfrutar de las cosas simples. Así que más que perder la alegría, es como descubrir una nueva versión de ella.