El concepto de autismo ha experimentado una transformación significativa en las últimas décadas. Hoy se emplea el término trastornos del espectro autista (TEA) para englobar una diversidad de manifestaciones que comparten características relacionadas con la comunicación, la interacción social y patrones de comportamiento repetitivos. Desde una perspectiva psicológica, este cambio no es solo terminológico: refleja una comprensión más amplia y compleja de la neurodiversidad.
El TEA, que comienza en la infancia, plantea retos emocionales, sociales y educativos. En lo psicológico, implica un estilo particular de percibir el mundo. La dificultad para interpretar señales sociales o comunicarse de manera convencional puede generar sentimientos de aislamiento o frustración, tanto en la persona diagnosticada como en su familia. Sin embargo, también invita a replantear lo que se entiende por “normalidad” y a valorar distintas formas de procesar la realidad.
La investigación ha mostrado que factores genéticos y ambientales influyen en su aparición, y aunque no existe cura, las intervenciones tempranas son clave. Desde la psicología, los programas de estimulación y las terapias de apoyo buscan potenciar habilidades sociales, emocionales y comunicativas, favoreciendo una mayor autonomía y adaptación.
En Colombia, las estadísticas revelan la urgencia de fortalecer la inclusión educativa y social. A pesar de leyes que garantizan derechos, muchos niños con TEA encuentran barreras en el acceso a servicios, lo que puede impactar negativamente en su autoestima y desarrollo emocional. El estigma y la falta de comprensión social añaden un peso psicológico tanto al individuo como a su familia.
Un aspecto central desde la psicología es la convivencia inclusiva. Estrategias como establecer rutinas, usar una comunicación clara y promover la empatía entre pares reducen la ansiedad y favorecen la integración. El autismo no debe ser visto únicamente como un trastorno, sino como una manera distinta de experimentar el mundo.
En definitiva, la evolución del término refleja un cambio cultural y psicológico: del enfoque en la “deficiencia” hacia el reconocimiento de la diversidad. Comprender y acompañar a las personas con TEA desde la empatía y la ciencia es fundamental para construir sociedades más inclusivas y emocionalmente saludables.