Las discusiones en pareja son inevitables, pero lo importante no es evitarlas, sino aprender a manejarlas de manera saludable. Cuando hay desacuerdos, es fácil dejarse llevar por las emociones y terminar diciendo cosas de las que luego nos arrepentimos. Para evitar esto, es importante recordar que el objetivo de una discusión no es ganar, sino resolver el problema juntos. Escuchar al otro sin interrumpir y sin adelantarse a sacar conclusiones es clave para que ambos se sientan comprendidos.
Otra técnica que ayuda es evitar generalizaciones como “siempre” o “nunca”, que solo encienden más la chispa del conflicto. En lugar de eso, es mejor hablar desde lo que uno siente: “me siento frustrado cuando…” o “me duele que…”. Esto cambia el tono de la conversación, porque no se trata de culpar al otro, sino de expresar cómo nos afectan ciertas situaciones. También es útil hacer pausas si la discusión se pone muy intensa. Un respiro para calmarse puede hacer toda la diferencia.