Las fake news, o noticias falsas, son informaciones creadas con la intención de engañar, manipular opiniones o generar beneficios económicos. Su principal poder radica en que apelan a las emociones humanas antes que, a la razón, lo que facilita su rápida difusión en redes sociales y aplicaciones de mensajería.
Desde la psicología, este fenómeno revela cómo el miedo, la incertidumbre y la necesidad de certezas influyen en nuestra forma de procesar la información. En contextos de crisis —como una pandemia o unas elecciones— las personas tienden a aceptar sin filtros mensajes que refuercen sus creencias o prometan soluciones rápidas, aun cuando carezcan de sustento. Esta vulnerabilidad emocional convierte a la desinformación en una herramienta poderosa para moldear conductas y percepciones.
Las consecuencias son profundas. La Organización Mundial de la Salud ha señalado la existencia de una infodemia, donde la sobreabundancia de información falsa genera confusión y puede impulsar decisiones riesgosas, como tratamientos médicos inadecuados o actitudes hostiles hacia determinados grupos. A nivel colectivo, las fake news fomentan la polarización y la deshumanización. Esta dinámica erosiona la empatía, la confianza social y, en última instancia, la convivencia.
Otro efecto psicológico es la erosión de la confianza en los medios y en las instituciones. La exposición repetida a información contradictoria incrementa la ansiedad y la sensación de que es imposible distinguir verdad de mentira. Esto no solo debilita la credibilidad de las fuentes legítimas, sino que favorece el escepticismo extremo y la indiferencia social.
Combatir las fake news requiere más que controles tecnológicos. La clave está en fortalecer el pensamiento crítico, enseñar a verificar fuentes y fomentar la reflexión pausada antes de compartir información. Desde la psicología, el reto es promover una ciudadanía emocionalmente consciente, capaz de reconocer sus propios sesgos y resistir el impulso de difundir mensajes solo porque generan impacto inmediato.
En definitiva, las fake news no solo distorsionan la realidad: también alteran la mente y las relaciones humanas, debilitando los lazos que sostienen a la comunidad.