La adultez implica asumir responsabilidades que trascienden lo inmediato y conectan con la seguridad futura. Entre ellas destacan trámites como la solicitud de pensión, el auxilio funerario, los seguros de vida y la afiliación al sistema de seguridad social. En Colombia, estos procesos están regulados por la Ley 100 de 1993 y complementados por normas constitucionales que garantizan la protección del ciudadano.
Desde la psicología, estas diligencias pueden generar tanto bienestar como ansiedad. La previsión —planear para el futuro y proteger a la familia— cumple una función psicológica clave: reduce la incertidumbre y brinda sensación de control. El ser humano necesita estructuras que le aseguren estabilidad frente a contingencias como enfermedad, vejez o fallecimiento, y la seguridad social responde precisamente a esta necesidad.
Sin embargo, la complejidad de los trámites y el lenguaje jurídico-administrativo suelen producir estrés y sentimientos de indefensión. La persona adulta, al enfrentar procesos de pensión o seguros, se encuentra con plazos, requisitos y documentación que pueden sobrecargarla emocionalmente, sobre todo si atraviesa duelos o enfermedades. En este punto, el acompañamiento familiar y profesional resulta fundamental, no solo para resolver lo técnico, sino también para mitigar la carga psicológica.
La pensión, en sus diversas modalidades (vejez, invalidez o sobrevivientes), no solo representa un ingreso económico, sino también un reconocimiento simbólico al esfuerzo de años de trabajo. Desde la perspectiva emocional, recibir una pensión implica sentir que el proyecto de vida mantiene continuidad y que el aporte laboral no fue en vano. En contraste, no lograr este derecho puede generar frustración, resentimiento y una percepción de injusticia.
Los seguros de vida y los auxilios funerarios cumplen una función psicológica adicional: ofrecen tranquilidad anticipada. Saber que la familia estará protegida reduce el miedo a la vulnerabilidad y a la pérdida. Este efecto preventivo es tan relevante como la cobertura económica misma.
En conclusión, las diligencias de la vida adulta no son simples trámites. Son mecanismos que impactan directamente en la salud mental, pues permiten a la persona experimentar seguridad, continuidad y cuidado, aspectos esenciales en la construcción de bienestar en la adultez.