San Andrés, un paraíso caribeño, enfrenta una realidad ambiental alarmante que también repercute en el bienestar psicológico de sus habitantes. El aumento desmedido de residuos sólidos, el colapso del relleno sanitario Magic Garden y el deficiente manejo de aguas residuales no solo afectan los ecosistemas, sino que generan una constante sensación de agobio, frustración y ansiedad en la comunidad.
Desde la psicología, se reconoce que vivir en un entorno deteriorado afecta directamente la calidad de vida. Las playas contaminadas, los malos olores y la falta de infraestructura básica provocan un sentimiento de impotencia colectiva, especialmente cuando las soluciones parecen lentas o ineficaces. Esta percepción de abandono institucional puede traducirse en apatía o comportamientos poco responsables frente al manejo de residuos, generando un ciclo de deterioro difícil de romper.
Por otro lado, la presión del turismo masivo actúa como un factor estresante: mientras representa una fuente de ingresos, también multiplica los desechos y agrava el colapso de servicios públicos. Esta tensión entre desarrollo económico y sostenibilidad produce un conflicto interno en la comunidad que afecta la identidad colectiva y el sentido de pertenencia al territorio.
Sin embargo, las campañas de educación ambiental, el trabajo de ONGs y las restricciones al plástico representan focos de esperanza. Cuando los ciudadanos participan activamente en acciones de limpieza o reciclaje, experimentan un aumento en su sentido de eficacia personal y en el control sobre su entorno, lo cual tiene un impacto positivo en su salud mental.
El desafío es claro: San Andrés necesita más que soluciones técnicas. Requiere una transformación cultural donde el cuidado del entorno se vea como una responsabilidad compartida. Promover el respeto por el ecosistema debe ir de la mano con estrategias de salud mental comunitaria, empoderamiento ciudadano y educación emocional. Solo así se podrá proteger no solo el paisaje natural, sino también el bienestar psicológico de quienes llaman hogar a esta isla. respeto.