La infidelidad es una ruptura del acuerdo de exclusividad dentro de una relación de pareja. Aunque suele asociarse al acto sexual con otra persona, su definición varía según cada vínculo: para algunas parejas, incluso el coqueteo o los mensajes con intención romántica pueden considerarse una traición. Esta variabilidad muestra que la infidelidad no solo es un hecho, sino también una percepción influida por acuerdos emocionales, valores y límites personales.
Desde la psicología, la infidelidad se entiende como una conducta que puede surgir por múltiples factores. Entre los más comunes se encuentra la insatisfacción sexual, donde uno de los miembros busca fuera lo que siente que falta en su relación. También aparece el aburrimiento o la monotonía, que impulsa la búsqueda de novedad y emoción. En otros casos, la infidelidad responde a conflictos emocionales internos, como ansiedad, soledad o baja autoestima, lo que lleva a buscar validación externa. La falta de compromiso o el deseo de venganza pueden igualmente motivar este acto. Además, las influencias sociales y culturales pueden normalizar o justificar conductas de infidelidad según el contexto.
El psicólogo Walter Riso señala que la infidelidad “habla más del infiel que de la persona traicionada”, subrayando que es una decisión que a menudo refleja vacíos personales o dificultades no resueltas.
Las consecuencias psicológicas de la infidelidad suelen ser profundas. En la persona afectada puede surgir un intenso impacto emocional caracterizado por tristeza, ira, ansiedad, confusión y deterioro de la autoestima. También se rompe la confianza, eje fundamental de la relación, lo que dificulta la comunicación y puede llevar a la separación. El estrés generado puede manifestarse en alteraciones del sueño, cambios en el apetito y problemas físicos derivados de la tensión emocional. A nivel social, la infidelidad puede afectar la dinámica familiar y generar conflictos en el entorno cercano.
Lo más difícil tras una traición suele ser reconstruir la confianza perdida. La pareja debe enfrentar emociones intensas, decidir el futuro del vínculo y, si optan por continuar, comprometerse a un proceso de reparación que generalmente requiere apoyo terapéutico.