En el archipiélago, donde la vida social suele girar alrededor de celebraciones, música y encuentros comunitarios, el tema del consumo de alcohol merece una conversación honesta. No se trata de satanizarlo, sino de entender los riesgos reales que implica y cómo afecta la salud y la convivencia cuando se normaliza sin límites.

Aunque muchas personas lo ven como parte natural del día a día, el consumo excesivo de alcohol es una de las principales causas de problemas físicos, emocionales y sociales. Esta sustancia está asociada a más de 200 enfermedades y trastornos, además de miles de accidentes, lesiones y situaciones familiares difíciles.

En las islas, donde la comunidad es tan unida, el impacto del alcohol se siente de forma directa: conflictos en el hogar, afectaciones en la salud mental, dificultades laborales y riesgos para jóvenes que todavía están construyendo hábitos y personalidad. La presión social, la idea equivocada de “tener control”, o el consumo desde edades muy tempranas son factores que incrementan la probabilidad de caer en patrones dañinos.

También existe otro punto clave: pedir ayuda no es señal de debilidad. Hablar de su experiencia, reconocer límites y empezar un proceso de recuperación es clave.

Promover un “Día sin Alcohol” en San Andrés, Providencia y Santa Catalina es una invitación a reflexionar, a darle prioridad al bienestar y a recordar que cuidarse también implica poner límites. La prevención, la información y el diálogo abierto son herramientas que protegen vidas y fortalecen a la comunidad.