13 de noviembre de 2024
Esta semana celebramos 24 años desde que la Reserva de Biosfera Seaflower fue declarada por la UNESCO en el año 2000, una designación que abarca más de 18 millones de hectáreas de territorio marino y terrestre. Este hito fue impulsado por el compromiso de entidades locales como Coralina y el respaldo de expertos internacionales. Seaflower se ha posicionado como una de las reservas de biosfera más grandes y diversas a nivel mundial, un espacio que no solo protege la biodiversidad, sino que también resguarda las tradiciones culturales de sus habitantes.

“En el año 2000, se da la reserva de Biosfera Seaflower. La ratificamos casi 5 años después, y eso fue a raíz de grandes esfuerzos, sobre todo locales, especialmente por Coralina y la convocación de expertos internacionales para que finalmente, luego estudiar varios ecosistemas: la calidad de ellos, cuáles serían susceptibles de ser protegidos y en el estado que se encontraban, entonces se dio la connotación de la declaración de reserva de biosfera, una de las más grandes a nivel mundial y que nos da a nosotros la potestad de ser internacionalmente visualizados y también apoyados por este tipo de instituciones que son tan importantes”, contó Rubén Azcárate, biólogo marino de Coralina.

La riqueza natural de Seaflower contiene el 70% de los arrecifes coralinos de Colombia y la tercera barrera de coral más grande del mundo. Estos arrecifes son más que un espectáculo visual; son el hogar de miles de especies marinas y cumplen funciones vitales como la protección de la costa y el mantenimiento de la biodiversidad. En tierra firme, el archipiélago presenta un mosaico de fauna y flora endémica, destacándose como un ejemplo de preservación única en la región.
“Uno de los organismos más complejos que tenemos fue ligado por varias instituciones nacionales, el cual denota alrededor de 2600 especies. Esto incluye fauna terrestre, Marina, vegetación, tenemos cianobacteria, o sea, hay un gran compendio de especies y dentro de estas se identifican incluso las amenazadas o las que son susceptibles de ser Protegidas”, informó Azcárate.
La interacción humana y la naturaleza han tejido una relación de respeto y coexistencia en el archipiélago. Los habitantes, especialmente la comunidad raizal, han implementado prácticas de conservación que promueven un turismo responsable y sostenible. Esta conexión ha garantizado que la riqueza cultural y natural de Seaflower perdure y se fortalezca con el tiempo.

“La principal diferencia entre una reserva y biósfera mundial y otras formas de declaratoria como parque nacional, por ejemplo, es que la reserva debió ser mundial incluyendo la protección del pueblo que habita este espacio y que ha desarrollado unas formas particulares de relacionamiento con este hábitat, con este espacio con este territorio o maritorio, si lo quieren llamar así, entonces eso es lo principal y estamos cumpliendo 30 años en este momento y es el momento de evaluar qué tanto hemos avanzado en la protección no solo de los recursos medioambientales, sino en la protección de las formas de relacionamiento de este pueblo particular con este espacio”, explicó Andrés Steel Mitchell, antropólogo.
En el aniversario de la Reserva de Biosfera Seaflower, se recalca la responsabilidad de todos los habitantes en la conservación de este paraíso natural. El Archipiélago no solo es un lugar de biodiversidad, sino también un modelo de convivencia entre comunidad y naturaleza, que invita al visitante a apreciar y respetar sus maravillas.

“Cada vez que tratamos de manera directa y nos sumergimos en el medio marino, tenemos que tener en cuenta que nuestras acciones pueden perjudicarnos y es por eso que la invitación es a que sepamos la importancia que tienen y que tenemos el compromiso, no solo de portar el título de reserva de Biósfera Seaflower, sino de salvarlo. Y que las próximas generaciones puedan tener la dicha que tenemos nosotros actualmente de convivir en este ecosistema de arrecifes de coral”, declaró Naida Castellón, bióloga marina.
Seaflower es más que un título o un espacio delimitado en el mapa; es un símbolo de esperanza, de esfuerzo conjunto y de la promesa de proteger un paraíso que debe trascender generaciones. La armonía entre la comunidad y su entorno nos recuerda que conservar este tesoro es un deber que compartimos todos.